“Sociedad de la información” es un término que se usa para definir una nueva manera en que las comunidades organizan su sociedad y su economía.
Esta expresión se usa desde la década de 1960 y ha adquirido diversos significados. A grandes rasgos, se la puede definir como un estadío en el cual el desarrollo de la sociedad está orientado hacia la obtención y difusión de cualquier tipo de información de forma instantánea.
Para que esta sociedad sea posible, los diferentes elementos que la integran (desde los recursos humanos hasta las compañías e incluso las diferentes dependencias del Estado) cuentan con capacidades que fomentan el desarrollo de la información.
Así, dentro de estas sociedades, es mayor el número de individuos que se vincula con tareas relacionadas a la información, mientras que la proporción que se dedica a trabajos que requieran capacidades físicas es mucho menor.
El surgimiento de la sociedad de la información resulta determinante en varios aspectos. Uno de ellos tiene que ver con que vuelve más igualitario el acceso al conocimiento.
Así, se debilita el poder de quienes concentran el monopolio del conocimiento (como ocurrió en su momento con la imprenta). Este avance habilita entonces la posibilidad de que los individuos, más allá de la clase social a la que pertenecen, puedan dar un salto y ocupar ciertos espacios dentro del entramado social, que antes quedaba en manos de aquel monopolio.
Acceder a la información se vuelve mucho más económico y, al mismo tiempo, no existen las barreras espaciales sino que cualquier individuo con un dispositivo tecnológico puede acceder a conocimientos que antes se encontraban limitados, por ejemplo, a quienes podían acceder a una biblioteca.
El aumento de la circulación de la información trajo impacto en diversas áreas como por ejemplo:
Aunque la importancia del conocimiento es reconocida ya en el siglo XIX por economistas como Alfred Marshall en su obra “Principios de Economía”, la influencia de éste en el panorama económico no se hace notar de forma significativa hasta fechas muy cercanas a las actuales. Si se analiza la evolución de las economías durante las últimas décadas, es posible apreciar como hay una tendencia generalizada en todas ellas a depender cada vez más del conocimiento y de la información. El conocimiento se ha convertido, por tanto, en el motor de crecimiento económico y de la mejora de la productividad y, por ende, en factor productivo y elemento diferenciador. Si en la economía industrial los factores productivos por excelencia eran aquellos calificados como tangibles (capital, trabajo, recursos naturales), actualmente las economías tienden a conceder una mayor importancia a los factores intangibles, como el conocimiento, la información y la cultura.
Hasta ahora hemos visto en este estudio dos conceptos claramente diferenciados. Por
un lado, todo lo relacionado con Sociedad de la Información, y que hace referencia
fundamentalmente al caudal de información que existe hoy en día a disposición de los
ciudadanos, fundamentalmente gracias a la extensión de la infraestructura necesaria
para ello, dada por las denominadas TIC (Tecnologías de la Información y la
Comunicación). Por tanto, cuando nos referimos a Sociedad de la Información,
necesariamente hablaremos de Internet, Hardware, Software, Servidores,
Comunicaciones, etc.,
Por otro lado, cuando hablamos de Sociedad del Conocimiento, nos estamos refiriendo
a algo mucho más “útil” pero a la vez más “intangible”, como es la aplicación práctica
de dicha Información, de manera que mediante su utilización seamos capaces de
generar riqueza y valor añadido en los procesos productivos, hasta llegar a crear una
auténtica “economía del conocimiento”.
¿Qué quiere decir esto? Pues sencillamente que la Sociedad de la Información es el
paso previo, imprescindible, para llegar a una Sociedad del Conocimiento. Pero, como
paso previo, es condición necesaria pero no suficiente. Dicho de otra forma, no basta
con llegar a él, sino que es necesario ir más allá. Porque la Sociedad de la Información
sólo adquiere sentido si su finalidad es derivar en una Sociedad del Conocimiento. La
Información “per se” no genera riqueza, no da valor añadido y poco contribuye a
mejorar el nivel de vida de los ciudadanos. Sin embargo, si somos capaces de encauzar,
depurar y aprovechar adecuadamente el caudal de información del que empezamos a
disponer, sí que estaremos dando un salto cualitativo hacia delante y rentabilizan do las
ingentes inversiones en TIC realizadas. Y si le estamos dando este uso a la
información, entonces sí que podremos afirmar que estamos ante una Sociedad del
Conocimiento.
Por ello, los esfuerzos deben centrarse no solo en la construcción de las
infraestructuras necesarias para crear una Sociedad de la Información, sino
también en el desarrollo de las herramientas, metodologías, estructuras, etc. que
permitan el aprovechamiento de la información. Y quizás éste sea el punto en el
que nos encontramos en la actualidad, con unas grandes inversiones tecnológicas
que no se terminan de rentabilizar precisamente porque no se han generado estas
herramientas que permitan la transformación de la Información en Conocimiento.